por Rebeca Mateos Herraiz.
Conversamos con los habitantes de Chahid Chreif, el
único centro de mutilados de guerra y minas antipersona de Sáhara
Occidental y que se está viendo afectado por los recortes en los
presupuestos de cooperación al desarrollo
“No os olvidéis de nosotros, por favor. Seguimos necesitando vuestra ayuda”
Bwina Mahmud Tiab muestra la pierna que perdió a los 12 años a causa de la explosión de una mina.
Bwina Mahmud Tiab perdió su pierna izquierda cuando tenía 12 años.
Fue hace 34, al volver de viaje de los territorios del Sáhara ocupados
por Marruecos a los que había ido a visitar a su familia que permanecía
allí tras la invasión marroquí. El resto de la familia vivía junto a
ella en el campamento de refugiados del Aaiún (Sáhara Occidental), donde
se dirigían de vuelta. Antes de llegar, una mina se cruzó en su camino
haciendo estallar la camioneta en la que viajaban. “No recuerdo nada del
momento, sólo que cuando desperté ya me encontraba en el hospital de
Tindouf (Argelia)”. Su familia resultó herida en la explosión, pero no
de gravedad. Ella fue la que peor parada salió. “Estuve durante más de 3
meses llorando día y noche. Fueron momentos muy duros para mí. Yo era
una niña y mi vida cambió por completo: no podía salir a jugar con mis
amigas, saltar, calzarme…” Cuando Bwina perdió su pierna, su madre ya
había muerto y su padre vivía en el Aaiún ocupado por Marruecos,
separado de ella y sus 2 hermanas -una mayor y otra más pequeña-. Sin la
posibilidad de agruparse en un lugar todos juntos, no les quedó más
remedio que salir las 3 solas adelante con la ayuda de su abuela y sus
primas. “Yo no tuve ningún tipo de ayuda psicológica, fue el apoyo de
mis familiares y amigos lo que me hizo salir adelante. Entendí gracias a
ellos que a pesar de que me faltaba una pierna, yo seguía siendo una
persona normal”. Su voz es firme cuando lo cuenta y su rostro sereno. Al
llegar a este punto de la conversación se para unos segundos para
reflexionar y a continuación añade: “Yo no soy más que una de los miles
de saharauis que se han sacrificado por su país. Lo más sagrado para mí
era mi cuerpo y mi juventud que se lo he regalado a mi patria. Lo que
más me duele, más allá de lo que me ha sucedido a mí, es ver la
situación de abandono en la que vive mi pueblo en los campamentos de
refugiados de Argelia. Lo que más desearía en el mundo es volver a ver
el Sáhara libre y poder vivir bajo su bandera”, lo comenta mientras le
pide a una de sus hijas que le acerque la bandera del Sáhara que está
visible en la estancia en la que habita. La quiere para pasársela a su
nieta pequeña que está junto a ella y así que la pueda hacer hondear.
Bwina Mahmud Tiab le da una bandera a su nieta para que la haga hondear.
Desde el año 2004 Bwina vive en Chahid Chreif, un centro de mutilados
de guerra y minas antipersona. El único que existe en el Sáhara
Occidental de estas características. El centro está situado en el
campamento de Rabuni, punto de concentración administrativo-político de
la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), y a unos 60 kilómetros
de distancia atravesando la hammada -desierto pedregoso, caracterizado
en gran parte por su paisaje árido, duro, de mesetas rocosas y con muy
poca arena- del campamento en el que creció: el Aaiún. Como Bwina
actualmente viven diariamente en Chahid Chreif alrededor de 20 personas
que tal y como le sucedió a ella fueron mutiladas por minas antipersona
durante o después de la guerra. “La vida en el campamento en estas
circunstancias se hacía muy dura”, dice Bwina, fue por eso por lo que
decidió trasladarse al centro a vivir. “Estando en el centro se sienten
tranquilos, relajados, pueden recibir un tratamiento específico para su
dolencia, se trata la diabetes que algunos padecen a causa de las
heridas y también se les da soporte psicológico para seguir adelante.
Esta gente de todos modos, tiene una voluntad muy grande de vivir”,
cuenta a Periodismo Humano Baha Mohamed, subdirector de sanidad de
Chahid Chreif.
Por
los pasillos de Chahid Chreif uno de los 20 pacientes que tiene el
centro. Mutilado de ambas piernas a consecuencia de la explosión de una
mina.
Este centro funciona desde 1998 como hospital en el que los mutilados
con necesidad de cuidados diarios viven permanentemente en él junto a
varios miembros de su familia, para que no se sientan solos.
“Normalmente son 2 ó 3 los familiares que les acompañan, pero se dan
casos en los que se supera esa cifra”, comenta Lewa Larosse, director
general de sanidad del centro. Este es el caso de Bwina, que vive en él
con sus 2 hijas, su sobrina, la mujer de su hijo y su nieta. El resto de
mutilados que no necesitan esos cuidados diarios, y puesto que en él no
hay sitio para todos, viven repartidos por los distintos campamentos y
van al centro a recibir tratamiento en momentos puntuales, “a veces nos
desplazamos nosotros a buscarlos”, señala Larosse.
Todos los años llegan casos nuevos de mutilaciones a Chahid Chreif.
Tras la retirada de España del Sáhara Occidental en 1975, se impuso una
guerra sangrienta contra el pueblo saharaui por el Reino de Marruecos y
el régimen de Ould Dada en Mauritania, con el respaldo de varias
potencias mundiales, entre ellas Francia. A consecuencia de esta guerra,
el territorio saharaui es uno de los más contaminados por minas y
restos de explosivos del planeta. En la década de los años 80, Marruecos
empezó a levantar una muralla de arena y piedra de más de 2.700
kilómetros de longitud conocida como el muro de la vergüenza, que
divide los territorios del Sáhara ocupados por Marruecos desde 1975, y
los campamentos de refugiados en Argelia. Dicho muro permanece rodeado
por campos donde hay millones de minas antipersona, bombas de racimo y
demás restos de explosivos que han causado y siguen causando
mutilaciones y muertes de cientos de víctimas civiles, incluidos niños.
Organizaciones como Acción contra la Violencia Armada (
Landmine Action),
que ha conseguido limpiar más de 21 millones de metros cuadrados de los
territorios liberados del Sáhara Occidental y la destrucción de más de
22.000 explosivos, ayudan a que cada año el número de víctimas
disminuya. “Notamos que el número de casos es menor cada año gracias al
trabajo de las organizaciones que se encargan de limpiar la zona y de
dar consejos a los nómadas que la habitan, para que no se topen con
minas”, señala Larosse. Pero el problema es que todavía existen muchas
personas mutiladas -es muy difícil determinar con exactitud cuántas, ya
que no existe ningún control específico sobre el tema, pero intuyen que
pueden ser más de las 110 que tienen localizadas hasta la fecha-, que
necesitan cuidados específicos que por falta de medios, no se les pueden
ofrecer como deberían. “Los medicamentos que nos llegan no son
suficientes y muchas veces ni tan siquiera son específicos para el
tratamiento de cada uno, llegando a estar en ocasiones hasta caducados”,
señala Larosse que prosigue: “desde el año pasado hemos notado en el
centro bastante la crisis en España, ya que es uno de los países de los
que siempre hemos recibido más ayuda, y no sólo de medicamentos, sino
también de alimentos destinados a la gente que vive en el centro de
forma permanente- que rodan las 400 personas durante el verano, entre
pacientes y familiares-. Desde el año pasado estamos viendo como esta
ayuda a causa de los recortes en cooperación es cada vez más escasa”. El
ejecutivo presidido por Mariano Rajoy ha aprobado recientemente un
recorte en Cooperación de 1.400 millones de euros para este año, 600 de
los cuales eran específicamente retraídos de la Ayuda Oficial al
Desarrollo. Pero tal y como señala el propio Larosse, ya el Gobierno
presidido por Zapatero anunció en 2010 un tijeretazo de más de 600
millones de euros destinados a este fin.
El
tejado de chapa de la estancia de Bachari Said Adaf en la que vive
durante todo el año y que no le aisla ni del frío, ni de la lluvia.
Además de alimentos y comida, la ayuda que les llega a Chahid Chreif
es destinada a mejorar las habitaciones en las que duermen los
pacientes. “Los techos del centro son de chapa”, dice el vicepresidente
de salud, Mohamed, “entonces la gente que no se puede mover de la cama,
cada vez que llueve se moja. Los inviernos son muy duros aquí, debido a
que hace muchísimo frío. En esa época del año la mayor parte de los
pacientes deciden irse a sus campamentos, en los que están peor
atendidos en cuanto a cuidados sanitarios se refiere”.
Hay quienes ni tan siquiera tienen un hogar al que acudir los duros
inviernos, como es el caso de Bachari Said Adaf, parapléjico de cintura
para abajo a causa de una explosión durante una batalla en 1981. Fue
herido mientras cuidaba a los camellos. Bachari no tiene familia que se
pueda hacer cargo de su situación. Antes de que esto le sucediera, hace
29 años, vivía como nómada en el desierto, “una vida que me hacía
feliz”, comenta. Cuando se le pregunta si tanto sufrimiento le ha
merecido la pena, contesta sin dudar ni un segundo: “vivimos en una
situación en la que sabemos lo que hacemos y aceptamos cualquier cosa
que nos pase por la causa. La guerra necesita víctimas, motivos,
heridos, acusados… lo entendemos y lo aceptamos”. Pero como cualquier
ser humano en una situación semejante a la suya Bachari también se
debilita psicológicamente por momentos al pesar que tras esos 29 años,
de los 58 que tiene de vida, se los ha pasado postrado en una cama si
ver ningún tipo de avance al respecto. “Hay generaciones de saharauis
que han nacido ni en guerra, ni en paz. Viven en una provisionalidad
continua. De seguir así, veo pocas posibilidades de que el Sáhara algún
día sea libre. Creo que la solución es coger las armas y luchar de nuevo
y espero que si eso pasa el pueblo español, no sus gobernantes de los
cuales no esperamos nada, sino la gente del pueblo, siga estando a
nuestro lado. Liberemos al Sáhara o muramos todos”.
Bachari Said Adaf. Parapléjijo de cintura para abajo desde hace 29 años a causa de la explosión de una mina.
Nasar Nazinsalek también vive en Chahid Chreif. Su caso no es el de
víctima, sino el de acompañante. Cuando Nasar nació a su padre ya le
faltaba el brazo derecho, así como también tenía ya completamente
inmovilizada esa misma parte de su cuerpo de la cabeza a los pies. Fue a
causa de un tiroteo directo en el que se vio envuelto contra el
ejército marroquí durante la batalla de Smara en 1981.
A partir del año 2003, tras la muerte de su madre, Nasar decide
trasladarse a vivir con su padre a Chahid Chreif. A pesar de que con
ella son 4 hermanas en total, Nasar, la pequeña, es la que se encarga
de cuidarlo. “Mis hermanas vienen y me relevan para que yo descanse
algunos días, pero soy yo la que me encargo de sus cuidados. Siempre fui
la que más apegada estuve a él”. Desde la mañana temprano Nasar se
encarga de levantarlo, darle de comer, cambiar su ropa, velar porque los
medicamentos que le corresponde los tome, y cuando no es muy fuerte,
dar un paseo bajo el sol. A la dolencia de Nazin Salec, el padre de
Nasar, se le unen sus 92 años de edad que tiene. Durante el rato que
estamos juntos se observa cómo Nasar está completamente pendiente de su
padre en todo momento. Lo incorpora con delicadeza de la alfombra en el
suelo en la que permanece recostado, para ver qué tal está. Su padre,
apenas incapaz de articular palabra, le dice que necesita descansar. “Me
duele mucho pensar que mi padre lo ha estado pasando mal durante todo
este tiempo. Sería feliz si su situación y la de todas las personas que
están como él mejorara”. Nasar como la mayor parte de las chicas
saharauis de su edad (26 años), no renuncia a encontrar una pareja con
la que formar una familia. “Eso sí”, comenta, “mi padre estará siempre a
mi lado, esté yo casada o no. Y si no puede ser, renunciaré al
matrimonio hasta que mi padre no esté conmigo”. Las palabras de Nasar
expresadas en apenas un hilo de voz aseguran llevar bien esta situación,
pero su rostro expresa un sufrimiento difícil de ocultar.
Nasar Nazin incorporando a su padre con cuidado.
El padre de Nasar no lleva una prótesis que sustituya el brazo que
perdió porque teniendo en cuenta que tiene inmovilizado totalmente el
lado de su cuerpo donde sufre la mutilación, de poco le serviría. Pero
existen pacientes en el centro como Ahamed Pal Hosén, que ya tienen una
prótesis que sustituya el miembro perdido, en su caso, la pierna
izquierda. “No es lo mismo”, señala, “pero al menos puedo caminar mejor
que si no la tuviera”.
Las prótesis para los pacientes se fabrican en el propio centro
Chahid Chreif desde hace 5 años gracias a la labor de un grupo de
ortopedistas y fisioterapeutas de Cruz Roja Internacional que lo ha
puesto en marcha. Su labor comienza con la visita a cada campamento en
los cuales tratan de hacer visibles nuevos casos de mutilados para
llevarlos al centro, que reciban tratamiento, y al que le pueda ser de
utilidad, poderle fabricar una prótesis. “La idea”, nos dice uno de los
chicos encargados del proyecto, “es que sean los propios saharauis
quienes lo lleven adelante. Nosotros estamos desde hace 5 años
trabajando en esto y nuestra idea es irnos pronto. Tan solo volveremos
de vez en cuando para supervisar que todo está bien”.
Fabricando una prótesis en el barracón que Cruz Roja Internacional tiene instalado en Chahid Chreif.
Ahmed Pal Hosén es la última persona que cuenta su historia a
Periodismo Humano antes de abandonar el centro Chahid Chreif. De los
encontrados en el camino durante esta visita, probablemente Ahmed sea el
que peor lleva el hecho de vivir sólo en el centro. Toda su familia que
queda viva, habita en los territorios ocupados por Marruecos, con lo
que desde hace 20 años no se han podido ver. No habla el castellano a
penas, pero justo cuando el traductor acaba de decir la última palabra
que da por concluida la conversación, Ahmed saca fuerzas de flaqueza
para decir en un castellano bastante claro: “No os olvidéis de nosotros,
por favor. Seguimos necesitando vuestra ayuda”.
Ahmed
Pal Hosén. Perdió la pierna izquierda al pisar una mina. Ahora una
prótesis fabricada en Chahid Chreif por Cruz Roja Internacional, la
sustituye.
Nazin Salec mutilado del brazo derecho a causa de un tiroteo contra el ejército marroquí.
Estancia en la que vive de Ahmed Pal Hosén en Chahid Chreif durante todo el año.